Regresa, poco a poco, la poderosa atracción de unos ojos café atrapados en un rostro mil veces soñado, en una voz premonitoria, en una sonrisa prometida, antes de partir, antes de volver por fin a casa.
Reaparece, casi de la nada, la esperanza perdida del reencuentro, de ese compartir surgido del riesgo, de la intuición nacida en el primer vagón del metro, en la Estación Baquedano, una tarde de enero, hace ya dos años.
Casi resucita de nuevo la ilusión de no partir, de no alejarme nuevamente de la patria esquiva y siempre amada, de los brazos que me hagan soñar, anclar, edificar, amar mi sueño, la promesa recibida en un cometa, en la mente de un niño, un día de abril.
Santiago, 30 de noviembre de 2009.
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