¿Y qué hacer si el alma se expande en cada nota, si no cabe ya en el menudo cuerpo? ¿Y cómo evitar plasmar ese impulso en unas letras, si nací privado del don de llevar a música la vivencia, el color, el sentimiento?
Son mis letras, entonces, la inercia incontenible de mi edad, de mi deambular cada mañana, de mi soñar sin techo.
Son mis palabras único camino, único abrazo, único medio de hermandad.
Son mis ideas mi cuadro mental, mi modo atropellado de esbozar sin un pincel, de dibujar con la mente, de pintar con la mirada.
Mi mente no se aquieta, mis manos no descansan, porque la aurora no cesa de repetir que queda mucho por hacer...
Santiago, 3 de marzo de 2009.
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