26.2.09

Hijos del Sol

¿A dónde fueron los hijos del Sol? ¿A dónde los servidores del Inka? ¿A dónde sus ofrendas, sus ruegos, sus silencios y sus miedos?
Acaso las piedras hablan y hablarán por ellos. Acaso las montañas circundantes atajaron las miradas y los acantilados sus suspiros. Acaso los que ahora subimos somos nuevos peregrinos de un culto sin dogmas, de un credo sin preceptos, de un Dios sin miramientos, de un Sol que a nadie esquiva.
En este cenit del mundo, crisol de voluntades, anillo de percepciones varias, la fuerza es una y es eterna. En este solaz de bienaventurados, la paz es la única medalla, la inspiración el único premio y el bajar, la obligación mezquina del tiempo.
Y, abajo, en nuestra realidad, en nuestro juego cotidiano con los elementos, algunos llevamos un corazón nuevo, una piedra recogida de las ruinas, una voluntad creciente, una esperanza como un nuevo despertar.
Y, aunque nos vean iguales, aunque las circunstancias nos aprieten, aunque nos duela la huella del tiempo sobre nuestra piel, aunque la duda quiera renovarse, ya no somos los mismos, somos algo más que dos pies solos sobre el suelo.
Y es esa convicción el único boleto de regreso...
Santiago, 26 de febrero de 2009.

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