22.1.09

Por venir

El tiempo que a todo pone plazos. La tierra que separa los abrazos. El mar que mece los anhelos sumergidos del viajero. La Luna, testigo blanco, de tanta soledad.
Son tantos los gigantes de la noche, que el pecho se agita y uno no sabe si esa noche pasará, si vendrá la luz de la esperanza.
Y ahí, en medio de esa pesadumbre, junto al llanto desesperado, surge a escondidas la paz, la tranquilidad que sobreviene a los combates del alma.
En ese lugar sin nombre, en esa parte tan repetida de nuestra historia, sembramos sin saberlo los mejores tiempos, las días generosos que están por venir.
Y, en esos días que esperamos, hermanaremos por un instante el tiempo, la tierra, y la Luna y seremos uno junto al mar...
Santiago 22 de enero de 2009.

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