Cuando cuentes mil años, más otros mil. Cuando palpes la inesencia de todas las cosas que te rodean. Cuando sepas que nada es aferrable, que todo pasa. Cuando nada te hable con certeza, cuando toda seguridad duerma en su desdicha...
Cuando de las cenizas solas de los pueblos arrasados se levanten columnas de humo. Cuando sólo hable la tierra marchita y calcinada. Cuando los ríos hayan regresado a sus casas de rocas escarpadas. Cuando el mar se haya retirado a su descanso, más allá de sus espaldas infinitas...
Cuando ni amor, ni odio, ni ciencia, ni credo te digan algo con sentido. Cuando todo lo conocido sea ajeno. Cuando todo lo sabido quede en el olvido. Cuando yazga en tus manos todo lo nacido...
Cuando corra por tus venas sangre incandescente. Cuando tu alma se alimente de inútiles pasiones. Cuando tu cuerpo sea esclavo de su liberación. Cuando tu esencia sea no existir en sus latidos...
Cuando todo esto esté pasando. Cuando, entonces, no seas capaz de quedarte para siempre, estarás listo para partir hacia tu casa, la que te espera, donde nacen las estrellas.
Santiago, 21 de enero de 2009.
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