¿Cuándo? ¿En qué parte del camino nos desviamos y dejamos de ser hermanos? ¿Cuándo toda promesa se fue enfriando en los corazones? ¿Cuándo, finalmente, dejamos de luchar?
La amistad universal está quebrada y se mancha de sangre la tierra. La indiferencia es enorme y tiene sus propias banderas. El silencio es tan grande, que ensordece de vacío los caminos de la paz.
Y la paz, esa aspiración nunca alcanzada, es como una jueza inútil, una fuerza pobre, una quimera.
Y la muerte, con sus brazos sangrientos se extiende sobre nuestros campos, porque todo es nuestro, todo nos pertenece, toda casa es nuestra, aunque no tenemos nada, aunque todo morirá.
Allí donde todo acaba de nacer y de morir, allí donde todo es frágil, tengo hecha mi tienda, anclada parte de mi corazón. Allí, a la sombra de esos muros milenarios, oteé el horizonte más perfecto. Allí, junto a la mesa humilde de Belén, bebí la amistad gratuita de la menta y la sonrisa.
Allí, bajo la estrella de David comprendí que Dios no puede estar ahí, que si estuvo un día, ya se fue, un Viernes a las tres de la tarde...
Santiago, 16 de enero de 2009.
No comments:
Post a Comment