Hay rincones más pequeños todavía que esconden lo que no sabemos expresar. Allí, en la profundidad infinita de la incertidumbre, bajo los árboles frondosos del misterio inalcanzable, se atragantan palabras sordas, sentidos tumefactos, voces imperfectas.
Y es entonces, cuando las palabras callan, cuando la mente no alimenta las palabras, que se abre paso, desde esas mismas esquinas, desde esos mismos rincones la luz de una mirada, la madre de todos los silencios.
En ese tiempo de callar, en ese solaz ineludible de mirar, de contemplar, se enriquece el alma con las palabras que mañana nacerán...
Santiago, 13 de enero de 2009.
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