Hay días que se tejen al compás del viento, hilando las horas sin medida, sembrando heridas invisibles en las almas, a través de la palabra.
Hay días, también, lanzados al vacío: despecho fúnebre, arcadas del destino.
Hay noches frías, tan frías y cortantes, tan ciertas en su desmesura, como la risa innoble del verdugo.
Hay espacios que quedan, que no se cierran entre la arboleda. Y el alma espía, el alma rueda, el alma se despeña, por caminos sin orillas.
Hay almas, como ésta, que van en pena: lentas y ligeras, amplias y encerradas, muertas pero vivas.
Puerto Montt, 27 de noviembre de 2008.
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