Antes creyente, ferviente seguidor de Cristo. Luego, herido hijo de la Iglesia, pero todavía luchador convencido por el bien. Hasta ayer escéptico, desde hoy ateo, acepto la terrible apuesta de no mirar al cielo, de no rezar más, de hablar en mi silencio hacia un espacio sin eco, hacia un señor sin oídos...
Cómo he llegado a este punto, antiguo Señor al cual invoqué, amé y seguí...
Justamente, aplicando y viviendo en el bien, obteniendo por fruto el desarraigo, la traición, la duda, el tropiezo´repetido sobre la oración humilde maldecida. Así, me he ido convenciendo, cada vez más de que la moral, inspiradora de mi conciencia, última jueza de mi comportamiento, es una distinción falsa e inventada, pues ya no veo, no experimento diferencia entre el bien y el mal, más aún, hacer lo uno o lo otro se manifiesta indistinto para el destino del hombre, porque somos títeres del gran teatro del mundo y nos corresponde sólo actuar.
Además, puedo comprobar en mi vida ese conflicto vano por el bien, porque en definitiva si somos buenos, no es por el bien (con mayúscula si quieren) que responda por nosotros (no hay un abogado para el hombre bueno, para el pobre irremisible, para el devoto fiel, para el civil hombre de conducta irreprochable, sino sólo por nosotros mismos. No hay nada que nos pueda motivar más que nuestra invencible soledad humana. Todo lo demás es caricatura e invento, siniestro telón de terciopelo sobre las conciencias y conductas de los hombres.
Y mi oración, se apaga esta noche, para siempre. Comienzo, entonces, a sentir el más pesado de todos los silencios, el eco ajeno de mi propia voz, la libertad última del impío, desposeído de todo desengaño, sólo ante el espejo de su alma milenaria, la que lo vio nacer, la que no lo verá jamás morir del todo, su única respuesta al asco de existir una y otra vez, en el antro de todo desatino: la vida.
Es por todo lo anterior, insatisfecho de todas las respuestas que he buscado, de todo el bien que he prodigado, de todo el amor que he desperdiciado, que hoy comienzo a ser ateo, y siento el terrible peso de esa libertad: hija necesaria de la soledad existencial...
De ahora en adelante, esta será mi predicación: NO OBEDEZCÁIS NI A DIOSES NI A HOMBRES, SÓLO OS DEBÉIS A VOSOTROS MISMOS!!! Sea esta desde esta noche inmensa, intemporal, nuestro credo, nuestra fe, nuestra moral.
Concepción, 26 de agosto de 2009.
26.8.09
Oración atea
Pubblicato da
Marcelo Venegas Maldonado
a
Wednesday, August 26, 2009
Etichette: Pasajero 23, El camino, Impresiones Cuadernos de ateísmo
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
1 comment:
Dios ha muerto, Nietzche.
Nietzche ha muerto, Dios.
Post a Comment