12.6.09

La guerra será larga

Pan de muertes, semilla de toda voluntad. Separación de almas, alimento de todo desencanto. Abrazar la piedra helada en el centro de un pecho sin nombre. Así es la guerra, la promesa abierta, siempre recurrente. Así el soldado aprende que en su apellido resuena un privilegio, que en su nombre asoma el valor, que sus cantos de mayo ya aprendidos le dan la paz en medio de los combates y le otorgan el único consuelo ante tanta incredulidad. Porque el destino del pueblo es la lucha y su única esperanza la victoria que más temprano que tarde llegará. Porque los días nublados tiñen la acuarela del paisaje. Porque el alma se llena de ecos y de anhelos pisoteados por la puerta cerrada y el poder, escondido entre casas altas y promesas autocumplidas de predestinación feliz, perdón completo y autocomplacencia, apenas barnizada de piedad. Porque su escepticismo crece y se refuerza en el fragor, porque el relativismo lo abraza cuando cae, porque la música estrepitosa carga su cuerpo hacia la lucha, lo previene y lo cubre, lo alimenta y lo impulsa a seguir adelante en esta guerra que no termina de morir, en esta osadía sin esquinas en un rincón sin nombre, llamado soledad. Valdivia, 12 de junio de 2009.

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