Cuando nació la magia, creíamos posible todas las cosas fruto de nuestros deseos, expresadas en palabras rituales y en los encantamientos.
Hoy, que todo aquello ha pasado, que descreemos de todas las cosas, seguimos pidiendo, continuamos deseando buenas cosas para todos y para nosotros mismos. Quizá porque, todavía, le concedemos a nuestro corazón -cuando somos sinceros- la magia de poder crear, conceder o facilitar aquello que expresan nuestros más profundos deseos.
Así, por esta vía cuasimágica, sepultamos el año que se va con todos sus merecimientos y le abrimos la puerta al siguiente, que también pasará, para seguir caminando juntos, el sendero que indican las estrellas, esas que nos verán -más temprano que tarde- partir al cielo.
Santiago, 31 de diciembre de 2008.
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