6.11.08

Extraviado

El aprendiz no comprende el porqué. No sabe, ni puede adivinar cuándo se extravió. Cuándo la suerte de la estrella junto a su cuna dejó de brillar, o cuándo la robaron aquellos deseos malos del agresor. Sabe que la dicha no llena el vaso roto del extraviado, el anhelo del perdido, el abrazo interrumpido con la otra mitad de su ser. Sabe que sólo quedan en su alforja dos cosas: las promesas y los versos malditos. La esperanza y la dura realidad. El alma inmortal y la repetida muerte. Su maestro, su mago, su señor callado no quiere, no puede o no sabe decirle todavía la raíz de su perdición, la ruta de su pasos perdidos, la ruina enorme de la peor bendición. Sólo atisba entre la niebla el susurro helado y pobre sobre el cuello, el fragor de un alma que se pierde, el candor de un cuerpo que se quema, el amor de un sueño que ni cenizas deja. Santiago, 06 de noviembre de 2008.

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