Ácida soledad.
Sensación invencible al caminar,
a pie de mar, fundido en el encanto,
de quien sabe va a morir de nuevo
una muerte adormecida,
una muerte que no muere,
que no deja de matar.
Y el sol y el mar son disimulo.
Y el aire de un invierno desgajado,
la luz de primavera anticipada,
la tarde que llega somnolienta,
la noche que me espera
sobre el tren al regresar.
Y antes de morir, en la agonía
-persuadido de imposibles-
imagino tu mano con la mía,
tu sonrisa leve y tu mirar,
tu alma enorme y tu soñar,
sentados en la banca elegida por los dos
en la alameda.
Y no lloro, no soy capaz de llorar,
porque sé que estamos juntos,
porque caminas conmigo en soledad,
porque tu aliento está vivo,
y me animas desde allá.
Un aire antiguo en los muros
cuajados de agua y sal
se hace susurro en las piedras
y evocación en los magnolios
-regalos de la vida,
complicidad repetida-
alimento del sanador que sigue,
siempre solo, su camino.
Sevilla, 7 de febrero de 2008.
11.2.08
Tarde de Cádiz:
Pubblicato da
Marcelo Venegas Maldonado
a
Monday, February 11, 2008
Etichette: Pasajero 23, El camino, Impresiones EL VIAJERO
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1 comment:
Susurros a escondidas
de pronto te cegarón
pero nunca dejaron
de sentirse
...la secuencia agota
pero que carajo importa
si siempre estamos vivos
Abrazos
Nadja
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