11.2.08

Tarde de Cádiz:

Ácida soledad. Sensación invencible al caminar, a pie de mar, fundido en el encanto, de quien sabe va a morir de nuevo una muerte adormecida, una muerte que no muere, que no deja de matar. Y el sol y el mar son disimulo. Y el aire de un invierno desgajado, la luz de primavera anticipada, la tarde que llega somnolienta, la noche que me espera sobre el tren al regresar. Y antes de morir, en la agonía -persuadido de imposibles- imagino tu mano con la mía, tu sonrisa leve y tu mirar, tu alma enorme y tu soñar, sentados en la banca elegida por los dos en la alameda. Y no lloro, no soy capaz de llorar, porque sé que estamos juntos, porque caminas conmigo en soledad, porque tu aliento está vivo, y me animas desde allá. Un aire antiguo en los muros cuajados de agua y sal se hace susurro en las piedras y evocación en los magnolios -regalos de la vida, complicidad repetida- alimento del sanador que sigue, siempre solo, su camino. Sevilla, 7 de febrero de 2008.

1 comment:

nadjaromanovich said...

Susurros a escondidas
de pronto te cegarón
pero nunca dejaron
de sentirse
...la secuencia agota
pero que carajo importa
si siempre estamos vivos

Abrazos

Nadja