9.2.10

Sin maletas

Ni el ojo ciego, ni la voz que se apaga, ni la espera, ni el verso roto antes de surgir. La estela perdida de una rosa en la ventana, la luz dibujada de amarillo, la receta siempre vaga de la noche.
Así, unas letras llenas sin amor, unas ideas huérfanas de un bus, mirando a la pradera, se hilan rojas, tristes, ciertas.
Ahora, que prometimos no esperar, que impusimos no buscar, las maletas sobran, los planes rugen arrugados en los cuadernos. La mente calla, el corazón duerme. ¿Y la respuesta? oigo el mar.
Santiago, 9 de febrero de 2010.

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