Los noventa días de siembra ya pasaron. Noventa días de esfuerzo, de esparcir la simiente en tierra extraña. Tierra noble, tierra esquiva, tierra impredecible.
Ahora, que ya se afirma una tardía primavera, miro al campo que recorrí día tras día, empujado por una esperanza que me sobrevive, que me permite vivir. Y el campo calla, sigue silencioso con su latido imperceptible, escondiendo su corazón de tierra y el crujir de la semilla que sube, que quiere ver la luz del sol.
Que no sea verdad esta vez el proverbio: "Uno es el que siembra, otro el que cosecha", porque esa sentencia me acompaña tantos años de alforjas semivacías, mientras el alma se alimenta de cada enseñanza, pasando de estadio en estadio la vivencia con un silencio de siglos, ensordecedor y abismal.
Ahora, que ya todos se fueron, me quedo solo en la cosecha: silencio contra silencio, mi alma milenaria ante el alma del mundo, mi convicción ante mi destino. Esta es mi esperanza, mi riesgo, quizá mi bendición.
Padova, 3 de mayo de 2008.
4.5.08
La siembra terminó
Pubblicato da
Marcelo Venegas Maldonado
a
Sunday, May 04, 2008
Etichette: Pasajero 23, El camino, Impresiones EL CAMINO
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1 comment:
Infierno o bendición es único y tu lo vives...se ancla y se esfuma, pero que hacer...caminar...¿solo? ese es el dolor...no estás solo siempre habrá una sombra etérea quizá onirica...
Nadja
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