Ahora que espero, que todo parece detenido, vuelvo la mirada hacia adentro, para tomar el ritmo que me otorga la paciencia y recoger, muy callado, las palabras de la noche a mi espíritu agitado.
Y así, aunque mis bolsillos van hoy casi vacíos, me amparo en la confianza ciega –sin temor de las pocas monedas que se quedan, que no se han ido todavía- del que ya resucitó, del que se supo tantas veces invenciblemente muerto, pero increíblemente inmortal. Porque cuando ya no queda nada, cuando todo ha sido certeza para toda incertidumbre y sentir del sinsentido, se sabe que está pronta la salida, la confirmación.
Así, tranquilo espero el fin de la tormenta, sin dejar de navegar. Así, preparo mis ojos ya cansados para el alba de un nuevo amanecer:
“Dilegua o notte!
Tramontane stelle!
Tramontane stelle!
All’alba vincerò!
Vincerò, vincerò!!!!

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