28.4.06

Cartago

Pocos vestigios quedan de Cartago. Pocas rocas sobreviven al paso cruento de la historia. Un par de columnas, reestablecidas hace poco, hacen de centinelas de un pasado de grandeza y poderío. No se adivinan más que trazos borrosos de una ciudadela, que mira hacia el Atlas marítimo y a un mar azul verdoso. Pero las rocas siempre tienen algo que decir, sobre todo aquellas que yacen en el suelo, como cuerpos petrificados y mutilados. Quizá de noche, los recuerdos, las almas de sus habitantes se reencuentran en las esquinas, en el foro, en la palestra y no terminan de creer que ya murieron, que todo se acabó, para siempre. Breve es la memoria del hombre, pero sus penas y sus ansias son eternas. Hay muchas ciudades muertas para nosotros y vivas en la historia. Porque, en verdad, todo sucedió hace poco. Nosotros, incluso, no somos más que un pedacito pequeño de la historia de la humanidad, que discurre, como un cuerpo pesado por los caminos del mundo. Por eso, parece que la historia se repite, que no terminamos de inventar nada, que todo ya existía antes, que las catástrofes se repiten, para recordarnos que somos pasajeros sin boleto de regreso. Todos los viajes son de ida, porque nunca acabamos de volver, quizá porque nos quedamos –si no enteros, algo de nosotros- en cada parte de la tierra. Como una música recurrente, como una historia ya sabida, son los cuentos que circulan por boca de los viejos. Nos hacen mirar hacia atrás, nuestra única certeza. Hacia adelante, hacia lo que llamamos futuro, vamos siempre solos. Salamanca, 26 de julio de 2003.

2 comments:

Anonymous said...

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Anonymous said...

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